martes, 10 de abril de 2012

Un gato sobre el tejado caliente

   Lo miro a través de la ventana, esta tirado, arrojado plácidamente y parece una mala cruza entre callejero y siamés. El no conocerá la naturaleza noble de sus ancestros, tampoco se preguntará sobre lo que le depare el destino, ni tendrá memoria ni melancolía.

   No se imaginara un cielo estrellado, para él somos sombras, inexplicables sombras que se mueven en un mundo en blanco y negro. El no necesita comprender, no necesita preguntar, imaginar, soñar, anhelar, creer, en comprar un número para la lotería contra la soledad.

   En su continuo rodar por los muros y callejones, se cruza con una gata ocasional, receptora genética, arisca, una relación diríamos, insana, que siempre termina en desastre, en separación, en pelea, en maullidos, en corridas.

   Lo miro a través de las rejas,  sigue campante, en cambio yo me encuentro frente a este artilugio milagroso y mágico de la tecnología, donde escribo, me divierto, trabajo y vivo, una ventana a la vida, la otra vida, la que nos la creamos nosotros, mamíferos bípedos que habitamos por debajo de los tejados calientes, los tejados que nos separan de aquellos seres.

   Una delgada frontera cerámica, pero infranqueable.