Hoy me dieron ganas de volver a ver Star Wars, y no se porque, cada tanto me da, tengo ganas de compartirla con alguien, de volver a vivirla como si fuera ayer.
Nací en 1976, poco tiempo después, y en un remoto lugar de la
galaxia me encontraba sentado en el cine, ante un magistral banda sonora, una
exquisita combinación con seres obscuros
e inquietantes, hablando idiomas ininteligibles, robots dejando huellas en desiertos extraterrestres, alucinantes
maquinas gigantes de cuatro patas caminando pesadamente bajo una lluvia de rayos en pleno campo de batalla, y el inquietante
sonido de la respiración de Dark Vader, el ser más malvado y poderoso que había visto en mi vida, peleando cuerpo a
cuerpo, el sonido de los sables láser al chispear con el roce, escucharlos
agitarse en el aire. Woooomm...
Por algún tiempo y creo que casi sin saberlo pertenecí a “La iglesia Jedi de los últimos tiempos”, si, la verdad que uno de los más atractivos encantos de la saga, es todo este misticismo de la Fuerza, el lado obscuro…etc., una especie de panteísmo con un toque Taoísta, creo que si en esa etapa de mi niñez (ocho o diez años quizas) alguien me mostraba la biblia del Jedi, automáticamente dejaba de acompañar a mi abuelo a escuchar a los vociferantes pastores agitadores de biblias, para sentir la placida voz del viejo Yoda decir : Que la fuerza te acompañe. También es momento de declarar que alguna vez pensé que si tenía una niña , la llamaría Leia,(como la princesa), esto nunca ocurrió y no tengo idea si sucederá (lo de tener una hija, porque lo de Leia ya desistí definitivamente después de escuchar opiniones dispares).
Cada tanto quisiera volver a sentir como esta noche, rememorar y no dejar escapar a todo aquello, aquello que forma parte de la historia de uno. Algunos dicen que nunca dejamos de ser niños del todo, que poseemos un niño interior, y no interpreto esto como el costado inmaduro de ser humano, más bien con el lado soñador, el que da lugar a la fantasía, al juego, a la despreocupación, a los sentimientos, a la curiosidad. Después de todo muchos adultos convierten esto en algo productivo, en algo fresco e inmortal.
Entre los matorrales de la vida cotidiana de “ la edad adulta y madura”, vale la pena abrir surcos por un instante, los de la imaginación y la fantasía, para volver a mirar hacia arriba, hacia las estrellas.