Mirando la televisión anoche sábado con mi pareja, y con una
copa de sidra que compramos para festejar un día no festivo, con el único
pretexto de salirnos de la rutina, me encontré casualmente con un documental de astronomía mientras mi compañera cerraba los ojos
para abandonarse brevemente sobre los brazos de Morfeo ( no el negro de The
Matrix, sino el dios griego) y darse una breve vuelta por el país de los
sueños.
Definición de documental de astronomía: Todo documental en el que muestren muchos
puntitos blancos e imágenes animadas alternando entrevistas con extraños seres
de anteojos gruesos (culo de botella), algunos un poco despeinados y otros algo
excéntricos, bajo la sombra de un gran y gigante cilindro de acero y cristal
bien pulido, hablando sobre lo pequeños en insignificantes que somos con el
objetivo de maravillarnos de la grandiosidad y misterio del universo a escalas
verdaderamente inimaginables, con el riesgo colateral de provocar en algunos
espectadores (que se encuentren bajo la influencia del alcohol), un sentido de
insignificancia que se aleja un poco de la exquisita experiencia
mística-contemplativa, para acercarlo más a la bien llamado –Síndrome de la hormiga-.
Definición de síndrome de la hormiga: Síndrome erróneamente ignorado en el
DSM-IV , cuyo origen puede ser un la contemplación de un documental
de astronomía, en donde el individuo toma consciencia súbitamente de
que el lapso en que transcurre su vida y la de sus semejantes es verdaderamente
ridículo e insignificante, si lo comparamos por ejemplo, con la vida de una
estrella, de una galaxia o del universo entero, acompañado también de una
sensación de pequeñez en insignificancia física, la
victima podría caer en una depresión repentina pero corta.
Mientras bebía los últimos tragos de mi copa
de sidra, todas las ideologías del planeta sea políticas, religiosas o de
cualquier otra índole, se diluían en una provinciana ridiculez de los
habitantes de un pequeño punto azul pálido, condenados
a desaparecer para siempre en la noche de los tiempos, me
imaginaba alejándome del planeta
tierra , escuchando los ecos de nuestra historia, todas
las conversaciones, todos los programas de T.V. todos los
triunfos de la ciencia y la tecnología, los mártires y los
tiranos, todos juntos desapareciendo en la inmensidad de
la Vía Láctea, como desaparece
un hormiguero arrazado por la lluvia de noviembre o por un indiferente transeúnte. Imaginaba, quizás a millones
de años luz, miles de otros planetas posiblemente habitados sin
intención de conocer ni reír de nuestra ideas, tan nuestras como lo son las de
un loco o esquizofrénico que camina solo por la calle, recitando doctrinas que
solo él sabe que son ciertas, ignorando, quizás, que está rodeado por un mundo
inaccesible para su propia mente, que cree ser la única mente verdadera.
En una batalla contra mí mismo, trate de
relativizar las cosas, después de todo… pensé, si las hormigas
pudieran pensar como nosotros, nos verían como seres casi eternos, casi
inmortales, súper poderosos, y padecerían del doble síndrome de la
hormiga, nos darían una palmadita sobre el dedo gordo diciéndonos: ¡mira lo que
soy yo frente a vos!, ¿acaso no ves que todo es una cuestión
relativa?
Relativizar las cosas
a nuestra conveniencia a veces sirve, mientras por la T.V.
veía anoche una simulación por computadora
del la colisión de galaxias, la nuestra, con la más
cercana, Andrómeda, que ocurrirá dentro de cinco mil millones de años, por
un periodo de varias otros miles de millones de años, volví a mirar a la
bella durmiente que suspiraba a mi lado, con la cabeza recostadita sobre el
almohadón de la sala, y pensé…
Quizás no importan el tiempo ni la distancia
Quizás solo importa el aquí y el ahora.
Quizás grande no es lo mismo que importante.
Quizás cada momento es eterno.
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