miércoles, 8 de diciembre de 2010

La tierra sobre la madera


Me encuentro siguiendo con los ojos atentos el camino de la tierra, desde la pala a la madera, asisto al triste entierro del abuelo de una amiga muy querida, la tierra se amontona, una de sus hijas tira flores sobre el cajón.

Entre cruces y fotos de difuntos, me doy cuenta de que estas situaciones siempre provocan en mí, más que una tristeza, una sensación de mayor conciencia de mi propia vida, de autoevaluación, son un paréntesis, como mirar desde afuera y preguntarme que tan bien estoy viviendo, qué importancia le estoy dando a las cosas importantes, y como estoy lidiando con mis fantasmas.

Cuando era niño siempre fui excesivamente miedoso, odiaba pasar frente al cementerio, acostumbraba compartir la habitación con mi hermano, lo que servía de consuelo y auxilio ante la probabilidad de alguna aparición sobrenatural. Lo peor que me pudo haber pasado durante la niñez fue tener mi propia habitación, después del beso de buenas noches mamá desaparecía dejando cerrada la puerta, me quedaba en la obscuridad, con los fantasmas.

Hoy día tengo la opinión de que los fantasmas no existen, creo que los verdaderos fantasmas están dentro de uno, los he bautizado con diferentes nombres, soledad, inseguridad, culpa, miedo, ellos nos hacen la vida un poco más difícil, más angustiosa.

Estoy lejos de exorcizar estos fantasmas de manera definitiva, pienso mientras voy saliendo del cementerio, a veces aparecen cuando estamos solos, en la obscuridad de la noche, al final del día parecen cobrar más fuerza. Sinembargo vale la pena el esfuerzo, si no se gana la guerra, puede ganarse alguna batalla, la batalla del día de hoy, y si no se gana hoy, se ganará mañana.

Es esencial hacer el intento, antes de que la tierra caiga sobre la madera.

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